Hoy contamos con Héctor González de la Torre, en Héctor confluyen diferentes elementos muy interesantes: es enfermero docente, apasionado de las heridas, miembro del Comité Director del GNEAUPP, también miembro de un Comité ético de investigación (CEIM) y editor de la revista Enfermería Clínica, por lo que vamos a abordar temas muy interesantes con él.
Hola Héctor, háblanos un poco de ti.
Gracias por la invitación. Es cierto que mi perfil profesional es algo peculiar. Soy podólogo y enfermero, y cuento con dos especialidades: Enfermería Obstétrico-Ginecológica (matrón) y Enfermería Familiar y Comunitaria. He trabajado tanto en atención primaria como en atención especializada, principalmente en el servicio de partos.
Realicé mi tesis doctoral en la Universidad de Alicante, centrada en las unidades de heridas. Desde el inicio de mi carrera profesional me sentí especialmente atraído por el ámbito de las heridas, y muy particularmente por el pie diabético, quizás también influido por mi formación como podólogo.
Una vez finalizado el doctorado, mi interés por la investigación fue creciendo hasta convertirse en un eje central de mi actividad profesional. Creo que fue precisamente este interés el que me llevó a orientar mi trayectoria hacia el ámbito universitario, un entorno que me ofrece mayor libertad y recursos para desarrollar mi carrera investigadora.
Héctor, háblanos un poco de tu rol docente ¿Nos puedes describir tu universidad y el rol que desempeñas en ella?
La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) es una universidad pública con presencia en las tres islas que conforman la provincia de Las Palmas: Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. La titulación que imparto, el Grado en Enfermería, se ofrece en las tres sedes.
Soy profesor a tiempo completo desde el año 2024, por lo que mi función principal es la docencia. No obstante, también dirijo actualmente varias tesis doctorales en dos programas de la Escuela de Doctorado de la ULPGC.
Además, coordino la asignatura Cuidados Enfermeros en la Maternidad, Infancia y Adolescencia, aunque también he impartido docencia en otras materias, como la asignatura de Cuidados Enfermeros en el Envejecimiento, donde se abordan contenidos relacionados con el ámbito de las heridas.
“El cuidado de las heridas y la preservación de la integridad cutánea tienen una entidad y una importancia tales para la profesión enfermera que, en mi opinión, está más que justificado que sean abordado como un bloque temático específico, impartido desde una asignatura propia que, además, debería ser obligatoria.”
¿Qué nos puedes contar acerca de la formación sobre el cuidado de las heridas y la integridad cutánea en el grado de enfermería?
Entiendo que te refieres a mi universidad. Actualmente, en nuestro grado en Enfermería, los contenidos relacionados con el cuidado de las heridas se encuentran distribuidos entre varias asignaturas, de forma similar a lo que ocurre en la mayoría de las facultades de nuestro país. Este es un aspecto que debería revisarse, tal y como reconocen sociedades científicas de referencia como la EWMA o el GNEAUPP.
El cuidado de las heridas y la preservación de la integridad cutánea tienen una entidad y una importancia tales para la profesión enfermera que, en mi opinión, está más que justificado que sean abordado como un bloque temático específico, impartido desde una asignatura propia que, además, debería ser obligatoria. Todos los graduados en Enfermería deberían contar con conocimientos sólidos y actualizados en este ámbito, independientemente de la especialidad o área profesional a la que se dediquen en el futuro.
Considero que los planes de estudio deben actualizarse, ya que todavía existen universidades con programas que no han sido revisados en profundidad y que quizás no han sabido adaptarse completamente a las competencias que hoy se exigen a un graduado en Enfermería.
¿Y acerca de la Seguridad del Paciente?
Ocurre algo similar. Se trata de un tema que actualmente se aborda de forma dispersa en distintas asignaturas, como por ejemplo en la de Gestión. Sin embargo, quizá debería considerarse su integración como una competencia transversal.
Todos los contenidos, tanto teóricos como prácticos, que se imparten a lo largo del grado en Enfermería deberían incorporar la perspectiva de la seguridad del paciente, basándose en la aplicación de cuidados fundamentados en la mejor evidencia científica disponible. No obstante, son pocos los planes de estudio que incluyen de manera explícita apartados específicos de seguridad del paciente que pongan en valor y refuercen este enfoque.
¿Crees que hay una disociación entre los docentes de enfermería y la realidad asistencial?
Pues sí, lamentablemente creo que así es. Y, desgraciadamente, considero que esta brecha es más acusada en el ámbito de la enfermería que en otras áreas de las ciencias de la salud, como la medicina. La ausencia de figuras clave, como la de los profesores vinculados, no contribuye a revertir esta situación.
El modelo universitario actual obliga a muchos profesionales de enfermería a optar por una carrera exclusivamente docente, renunciando al ejercicio asistencial, o viceversa. Esto no ocurre con nuestros colegas médicos, a quienes sí se les facilita e incluso se les incentiva mantener una vinculación activa con la práctica asistencial.
Es cierto que se están realizando algunos esfuerzos en este sentido por parte de algunas universidades, pero de forma claramente insuficiente. Las organizaciones sanitarias no están preparadas o, directamente, muestran reticencias a integrar este tipo de figuras mixtas. Además, los incentivos dirigidos a los profesionales enfermeros con roles asistenciales y docentes son tan distintos y difícilmente compatibles que acaban reforzando esta brecha.
Mientras no se produzcan cambios normativos que promuevan y regulen estas figuras, difícilmente se logrará avanzar en esta dirección.
“Son muchas las barreras que dificultan la actividad investigadora en enfermería: la falta de tiempo, la ausencia de financiación, la sobrecarga laboral, entre otras. De hecho, una de mis líneas de investigación se centra precisamente en el estudio de estas barreras que limitan el desarrollo científico en nuestra disciplina.”
¿Crees que hay una disociación entre la evidencia acerca del cuidado de las heridas y la integridad cutánea y la práctica asistencial de la vida real?
Como en todas las áreas, ni más ni menos. Muchas veces depende del compromiso individual del profesional por mantenerse actualizado. Sin embargo, en el ámbito del cuidado de las heridas, debo decir que, por lo que percibo, las enfermeras muestran un gran interés en conocer los últimos avances.
Dicho esto, no me convence del todo el término “vida real”. Considero que, cuando se genera evidencia a través de estudios, siempre debe tenerse en cuenta que los tratamientos o cuidados se aplican en condiciones clínicas reales, no ideales. Quizá sería más apropiado hablar de condiciones clínicas reales, ya que este término refleja mejor el contexto en el que realmente se presta la atención sanitaria. Esto debe ser tenido en cuenta siempre que se diseñan los estudios, para que sus resultados sean aplicables y relevantes en la práctica asistencial cotidiana.
Un enfermero en un CEIM provincial. ¿Qué rol juegas allí, cual es tu función principal, que nos puedes decir de esta faceta profesional?
Mi función en el comité es igual a la del resto de los miembros; el hecho de que sea enfermero no supone ninguna diferencia. La legislación vigente establece que la composición de los Comités de Ética en la Investigación (CEIm) debe incluir, de forma obligatoria, a determinados perfiles profesionales, como por ejemplo expertos en farmacología, médicos clínicos, enfermeros y representantes de pacientes. Excepto en este último caso, todos los miembros del comité deben acreditar anualmente un nivel investigador determinado, en base a su currículum, y contar con conocimientos metodológicos suficientes en el ámbito de la investigación.
Mi labor en el comité consiste en evaluar los estudios que me asigna la secretaría del CEIm y emitir un dictamen. Este puede ir desde la aprobación directa del estudio, hasta la solicitud de modificaciones menores o mayores en el protocolo, o incluso su rechazo. Todos los estudios se valoran desde un doble enfoque: por un lado, se analiza que garanticen la seguridad de los pacientes y la protección de sus derechos; por otro, se evalúa que cuenten con una metodología rigurosa y adecuada.
Puedo afirmar que, aunque se trata de una labor que exige tiempo y esfuerzo —y que es completamente altruista, ya que no conlleva ninguna retribución económica—, participar en el comité me ha permitido aprender mucho. Sin duda, esta experiencia ha contribuido a mejorar mi faceta como investigador, tanto a nivel metodológico como práctico.
“Existe una desconexión entre la universidad y la práctica clínica real en la formación enfermera.”
¿Cómo ves la participación de la enfermería en la investigación en general?
La situación es muy desigual. Aunque es cierto que en nuestro país existe un grupo de enfermeras con un alto nivel investigador, todavía hay un número considerable de profesionales que viven de espaldas a la investigación. Esto está relacionado, como comentábamos antes, con la falta de incentivos reales que fomenten y apoyen la labor investigadora. Mientras esta realidad no cambie, solo un número reducido de profesionales de enfermería optará por desarrollar una carrera en el ámbito de la investigación. En este sentido, queda mucho por hacer, especialmente desde las organizaciones sanitarias, a las que les cuesta entender que la investigación enfermera de calidad repercute en el bienestar de los pacientes y en la mejora de los resultados de salud de igual forma que la investigación en otras áreas como el campo médico.
Son muchas las barreras que dificultan la actividad investigadora en enfermería: la falta de tiempo, la ausencia de financiación, la sobrecarga laboral, entre otras. De hecho, una de mis líneas de investigación se centra precisamente en el estudio de estas barreras que limitan el desarrollo científico en nuestra disciplina.
Desde la universidad también estamos intentando contribuir a cambiar esta realidad, fomentando que los estudiantes de grado en Enfermería se interesen por la investigación desde los primeros cursos. Creemos que adquirir un mínimo de habilidades en esta área es tan importante como desarrollar sus competencias asistenciales. En especial, resulta clave que comprendan cómo interpretar los resultados de la investigación y valoren críticamente la evidencia científica disponible.
¿Y en el caso de la investigación en cuidado de heridas y de la integridad cutánea?
Como mencioné anteriormente, considero que el ámbito de las heridas ha sido, desde siempre, una de las áreas que más interés ha despertado dentro de la profesión enfermera. En nuestro país, creo que es una de las líneas donde más se ha investigado por parte de las enfermeras. Basta con observar el elevado número de tesis doctorales que se han defendido en torno a temas relacionados con las heridas en nuestro país.
Asimismo, un número considerable de enfermeros doctores desarrollan sus líneas de investigación y participan en programas de doctorado centrados en esta temática. Estoy convencido de que, más temprano que tarde, contaremos con catedráticos de enfermería cuya trayectoria investigadora se haya fundamentado principalmente en el estudio de las heridas, entendiendo que se trata de un campo amplio y multidimensional.
En este sentido, el fuerte interés que las heridas generan en la profesión ha favorecido que se convierta en una de las áreas donde más se investiga desde la enfermería.
“Participar en un CEIm me ha hecho mejor investigador: aprendes evaluando la investigación de otros.”
Héctor, también estás en el Comité editorial de Enfermería Clínica. ¿Qué nos puedes contar acerca de esta revista y tu rol en ella?
Formo parte del comité editorial desde el año 2020. Conocí a la directora, la Dra. Rafaela Camacho, en un curso, y fue ella quien me invitó inicialmente a colaborar como revisor. Al cabo de un tiempo, me ofreció un puesto en el comité editorial, lo cual fue una enorme sorpresa para mí, ya que en aquel momento mi experiencia en el ámbito editorial era muy limitada, por no decir que era nula. Sinceramente, no sabía si estaría a la altura del nivel de exigencia requerido. Siempre le estaré agradecido por la confianza que depositó en mí. Es fácil que confíen en uno cuando ya se tiene una trayectoria profesional consolidada, lo cual no era mi caso en aquel momento.
Considero que esta faceta ha sido una de las que más ha contribuido a mi crecimiento profesional. A lo largo de estos años he gestionado más de 300 manuscritos. Sin duda, habré cometido errores, pero también puedo afirmar que he aprendido con cada uno de ellos.
Cuando me incorporé al comité editorial, la revista aún no formaba parte del Journal Citation Reports. Hoy, podemos decir con orgullo que estamos indexados en el cuartil 3 de la categoría Nursing, y que la revista se ha convertido en una de las publicaciones de referencia en enfermería en nuestro país, con una proyección internacional cada vez mayor. No ha sido un camino fácil. El trabajo constante del equipo editorial, de los revisores y, por supuesto, de los autores que han confiado en nosotros, ha sido clave. Me gusta pensar que, aunque haya sido una pequeña parte, también he contribuido a ese avance.
¿Qué nos puedes decir acerca del panorama editorial relacionado con la enfermería y la investigación? (calidad de las publicaciones, revistas fantasma, publicaciones parásitas, presión por publicar, negocio editorial, la dictadura del impacto?
Es un tema sobre el que podríamos hablar durante horas. Estamos viviendo, no sé si llamarlo tiempos complicados o, quizás más acertadamente, tiempos de cambio. En los últimos dos años han desaparecido varias revistas de enfermería con una larga tradición en nuestro país, como las Revista Rol, Metas de Enfermería, o más recientemente, la revista ENE. Sin embargo, cada vez se publica más por parte de enfermeras españolas —o al menos esa es mi impresión.
El problema es que existen pocas revistas españolas de enfermería con factor de impacto, y los investigadores buscan publicar en revistas internacionales con mayor difusión. Esto responde tanto a los criterios de acreditación para la carrera docente como a lo que es inherente a toda actividad investigadora: llegar al mayor número de personas posible, obtener citas y reconocimiento. Lograr esto desde una revista nacional de enfermería es difícil a día de hoy.
A esto se suman otros condicionantes como la presión del factor de impacto, los costes asociados a la publicación en acceso abierto, entre otros. Todos estos factores se combinan para formar un problema complejo que, probablemente, no tenga una solución simple.
Me gustaría poder aportar soluciones fáciles, pero creo que no existen. Por ejemplo, uno de los temas críticos es el idioma. Publicar en inglés permite, nos guste o no, llegar a un público más amplio y aumentar el número de citas. Sin embargo, es una cuestión controvertida, ya que muchos investigadores reivindican —con razón— el derecho a publicar en su idioma. Pero en otros países, como China, esto está plenamente asumido. A pesar del orgullo nacional, comprenden que, en ciencia, es fundamental alcanzar la mayor difusión posible.
Creo que desde las revistas españolas de enfermería debemos hacer un ejercicio de autocrítica, analizar detenidamente qué está fallando e implementar políticas que aumenten la calidad y visibilidad de nuestras publicaciones. Reviso habitualmente un mínimo de tres o cuatro manuscritos al mes para revistas internacionales, y puedo asegurar que los artículos de revistas españolas no tienen menor calidad que los del resto del mundo. Por tanto, debemos ser pragmáticos y trabajar para que nuestras revistas se lean fuera de nuestras fronteras.
Una posible solución es apostar por ediciones bilingües (español e inglés) y, por supuesto, lograr la indexación en bases de datos internacionales. Estoy convencido de que, con el mismo impacto y visibilidad, muchas enfermeras investigadoras preferirían publicar sus trabajos en revistas de nuestro país.
Y en relación con la utilización de las redes sociales como medio de comunicación (¿Científica?), riesgos, amenazas, elementos positivos, elementos negativos, aspectos éticos.
Es un tema que me preocupa mucho. Debo decir que tengo poca relación y presencia en redes sociales. Considero que, si bien pueden desempeñar un papel relevante, no deberían convertirse en el principal medio de difusión científica, y eso es justamente lo que está ocurriendo actualmente.
La ciencia dispone de mecanismos de control que, aunque no son perfectos, han permitido avances indudables. El sistema de revisión por pares y los filtros académicos han garantizado históricamente un cierto rigor en la producción y difusión del conocimiento científico. No niego que haya problemas también en este sistema, pero en el caso de las redes sociales, el control es prácticamente inexistente.
No podemos dar más importancia a la forma que al fondo. No tengo nada en contra de los influencers, pero personalmente me siento más influenciado por investigadores que publican en revistas con prestigio, donde es posible evaluar la calidad metodológica de sus trabajos con objetividad, sabiendo —porque lo he vivido— lo difícil que es alcanzar ese nivel de exigencia científica y editorial. Muchos influencers no generan “evidencia” propia, sino que se limitan a difundir el trabajo que otros realizan, sin necesariamente asumir el mismo compromiso con el método científico. Cuando generan “evidencia”, lo hacen sin someterse a un control externo, aspecto clave en la ciencia. Sé que es un tema controvertido, y quizás mi postura sea algo conservadora, pero personalmente valoro más que un autor me invite a revisar su manuscrito porque respeta mi trayectoria, que el número de seguidores que pueda tener en una red social.
Conocer —no digamos ya dominar— un tema requiere mucho estudio, esfuerzo y tiempo. A veces, en las redes sociales todo se reduce a una publicación o a un vídeo de un minuto, simplificando en exceso cuestiones que, en realidad, exigen un abordaje más profundo y reflexivo.
También podríamos hablar del fenómeno de la monetización de las redes sociales, que introduce intereses ajenos a la rigurosidad científica y puede condicionar los mensajes que se difunden.
Es, sin duda, un asunto que merece una reflexión seria y profunda, no solo dentro de la comunidad académica, sino también entre los profesionales que trabajan en el ámbito asistencial y docente.
Héctor, que nos puedes decir del blog Piel Segura (www.prevencionulcerasuheridas.com)
Creo que hacéis una labor muy importante. Es un blog muy interesante y, sobre todo, muy útil. Se lo recomiendo habitualmente a mis alumnos, ya que a veces les cuesta enfrentarse a documentación científica especialmente densa y la comunicación a través de blog científicos como este blog es un recurso interesante. Lo que más me gusta es su enfoque en la seguridad del paciente. Debemos entender que los cuidados que prestamos pueden repercutir directamente en la seguridad de las personas, y eso es de una importancia vital.
Y para acabar….Héctor, cuéntanos algo que muy pocos sepan de tí…
Bueno, tengo pocos secretos, jejeje. Quizás algo que pocos saben es que me gusta mucho la ornitología, y me gustaría dedicarle tiempo en el futuro. También me gusta escribir, y no descarto intentar publicar algo algún día, cuando disponga de más tiempo libre.
Héctor, muchas gracias por tu colaboración.